Literatura y diabetes
Entre el 28 de abril y el 16 de mayo se realiza la Feria del Libro en la ciudad de Buenos Aires. Es una excelente oportunidad para conocer sobre la relación entre literatura y el tema que nos ocupa, que es la diabetes.
Algunos de los escritores más renombrados de la humanidad vivieron con diabetes. Por ejemplo, el creador de Don Quijote de la Mancha Miguel de Cervantes, el escritor de literatura de ciencia ficción Julio Verne o el escritor y periodista estadounidense Ernest Hemingway.
Del mítico escritor de El viejo y el mar y su estadía en Cuba se cuenta una anécdota donde aparece la diabetes. Así lo relatan en el documental sobre el cantinero catalán Constante Ribalaigua, “Constante y El Floridita de Hemingway”.
“Un día, el cantinero preguntó a su cliente fetiche si le agradaba la bebida. Hemingway, al que todos conocían como Papa, contestó que era diabético y que le resultaba demasiado dulce. El coctelero preparó entonces una nueva mezcla, esta vez con ración extra de ron y sin azúcar, el Papa Doble”, reseñó el diario El País.
Uno de los cruces entre literatura y diabetes más renombrados fue producido por el creador del realismo mágico, Gabriel García Márquez, que en El coronel no tiene quien le escriba incorporó un personaje que vive con diabetes. Allí, en una escena memorable, el coronel empobrecido dialoga con Don Sabas, un hombre rico que tiene diabetes y que en un momento “inició una adolorida explicación de su régimen alimenticio”, luego “extrajo un frasquito del bolsillo de la camisa y puso sobre el escritorio una pastilla blanca del tamaño de un grano de habichuela”.
‘Gabo’ creó el siguiente diálogo entre Don Sabas y el coronel:
—Es un martirio andar con esto por todas partes —dijo—. Es como cargar la muerte en el bolsillo.
El coronel se acercó al escritorio. Examinó la pastilla en la palma de la mano hasta cuando don Sabas lo invitó a saborearla.
—Es para endulzar el café —le explicó—. Es azúcar, pero sin azúcar.
—Por supuesto —dijo el coronel, la saliva impregnada de una dulzura triste—. Es algo así como repicar pero sin campanas.
Otros escritores latinoamericanos abordaron la temática de la diabetes en sus escritos, desde sus vivencias personales, como los chilenos Roberto Bolaño en el ensayo el ensayo “Literatura + enfermedad = enfermedad” del libro El gaucho insufrible (2003) y Lina Meruane con “Sangre de ojo” (2002) y “Fruta prohibida” (2007).
El novelista y dramaturgo sueco Henning Mankell creó un personaje muy famoso que vive con diabetes. Se trata del inspector Kurt Wallander, protagonista de Asesinos sin rostro y otras once novelas más.
El propio escritor explicó el éxito de Wallander y su relación con la diabetes, algo que aparece en la cuarta de las doce novelas, El hombre sonriente:
“¿Por qué ha alcanzado Wallander tanta popularidad en países y culturas tan diferentes? ¿Qué lo ha convertido en amigo de tantas personas? Naturalmente, yo mismo me lo he preguntado en más de una ocasión, y no he hallado ninguna respuesta definitiva, aunque sí explicaciones parciales.
Expongo a continuación la que me parece más verosímil.
Desde el primer momento, ya durante aquel paseo primaveral por los campos de Escania, tuve claro que debía crear a un hombre que fuese yo y que, al mismo tiempo, fuese el lector desconocido. Un hombre que evolucionara y cambiara, tanto mental como físicamente. Al igual que cambio yo, también cambiaría él.
Al cabo de un tiempo, eso derivó en lo que, con cierta ironía, llamo “el síndrome de la diabetes”. Después de la tercera novela, le pregunté a mi amiga Victoria, que es médica y que había leído los libros de Wallander:
–¿Qué enfermedad endémica le atribuirías a ese hombre?
Y ella respondió sin asomo de vacilación:
–Diabetes.
Así fue como Wallander contrajo diabetes en el siguiente libro. Y gracias a eso ganó más popularidad aún.
Nadie se imagina a James Bond deteniéndose en plena calle mientras persigue a un malhechor para ponerse una inyección de insulina. Pero Wallander sí puede hacer algo así, lo que lo iguala a cualquier persona que padezca la misma enfermedad u otra parecida. Podría haber sufrido reumatismo, gota, arritmia cardíaca o una aguda hipertensión. Pero fue diabetes, y aún hoy la padece, aunque la tenga controlada.”
La literatura contemporánea aporta más personajes con diabetes. Un caso ejemplar es el de Karen Hollender, la narradora y protagonista de la novela True Believers (2012), del escritor y periodista Kurt Andersen. Se le diagnosticó diabetes insulino dependiente hace casi 50 años cuando tenía 17. A diferencia de personajes como el detective Wallander, Karen, es una exitosa abogada y académica que se testea el azúcar de sus sangre frecuentemente, se inyecta su insulina, está atenta con los dulces, el alcohol y otros carbohidratos, se ejercita diariamente y es una inspiración para el novio de su nieta, un joven con diabetes Tipo 1. “Los diabéticos responsables juegan al médico consigo mismos todo el día, todos los días. El objetivo es mantener su nivel de glucosa en la sangre lo más cerca posible de lo normal, ni demasiado alto (lo que finalmente destrozaría sus órganos) ni tan bajo que le produzca una sensación de confusión desagradable o peligrosa”, dice Hollender en el libro. A través de ella habla el propio escritor que tiene diabetes Tipo 1.