Mini Biografía de Frederick Banting
Hijo de granjeros, con infancia en ámbito rural, con más inclinación al deporte que al estudio durante la adolescencia. Empezó estudiando teología, pero en 1912, con 21 años, se inclinaría por medicina.
Una anécdota lo llevó a eso: un accidente rural del que fue testigo y en el que quedó impactado por la actuación de un médico. Luego, ya como estudiante, sería marcado a fuego por la experiencia en la Primera Guerra Mundial, a la que acudió como parte médica de la Armada canadiense. Estuvo en el frente, curó y cuidó miles de soldados y fue herido incluso por una metralleta. Fue condecorado por el Reino Unido antes de volver a ejercer como cirujano en Canadá.
El poco éxito lo devolvió a la vida universitaria y allí se abrió su mundo en el curso de fisiología. Durante la preparación de una conferencia sobre el páncreas, se terminó definiendo su futuro. Será otro flashback en su biografía el que nos remita a la importancia y obsesión que le dedicó a esos estudios sobre el páncreas que devendrían en el descubrimiento de la insulina: aún en la escuela, Banting vio morir a dos amigos de diabetes juvenil.
Cuando empezó a pensar que, en los islotes de Langerhans, en el páncreas, se producía una sustancia capaz de regular la glucosa del organismo, intentó convencer a algunos colegas para avanzar en la investigación. El titular de fisiología de la Universidad de Toronto, John MacLeod, sin mucho interés en principio, le dio cobijo y recursos: animales y ayudante (la aparición de Charles Best en esta historia también es clave, pero no hablaremos de él hoy). MacLeod sería quien le pondría el nombre al extracto que Banting descubrió y logró aislar -insulina-, pero eso tampoco lo contaremos en esta ocasión. Hoy es día de hablar de Frederick Banting.
En enero de 1922 se aplicó ese “fluido de Banting” -que empezó a extraerse de vacas y ya no de perros- en seres humanos. Banting le había llamado isletina, porque venía de los islotes de Langerhans. El éxito que había tenido en su aplicación en animales se replicó, modesta pero continuadamente, en los pacientes con diabetes. Para finales de ese mismo año ya se estaba produciendo para aplicación en cientos de personas.
En 1923, multipremiado, con espacio para investigación propio y con proyectos de fundaciones e institutos con su nombre, Banting supo que le darían el Nobel junto a MacLeod: ofuscado, su reacción fue compartirlo con Best.
“En cualquier junta o cena por favor lea lo siguiente: Yo atribuyo a Best el mismo crédito en el descubrimiento. Duele que no sea reconocido por los miembros Nobeles. Lo compartiré con él”, escribió entonces.
En 1939, cuando la Segunda Guerra Mundial comenzó, Banting estaba completamente dedicado a la investigación médica, pero no dudó en unirse a la armada canadiense otra vez. Ya como Caballero de la orden británica y con el rango de Capitán, emprendería un viaje en avión para fortalecer y negociar vínculos médicos entre Canadá y Gran Bretaña. Este viaje heroico acabaría mal: el avión se estrelló entre las montañas canadienses y el cuerpo de Banting, que sobrevivió al menos 20 horas, fue hallado cuatro días más tarde. Su funeral, en la Universidad de Toronto, fue el más multitudinario en su tiempo.
Fuente: Martínez-Mier G, Toledo-Pereyra LH. Frederick Grant Banting. Cirujano, Caballero y premio Nobel. Cir Cir. 2000;68(3):124-131.